LIBRO DEL EXITO.doc

(631 KB) Pobierz

INDICE

 

Prefacio

Prólogo

Capítulo 1.

Capítulo 2.

Capítulo 3.

Capítulo 4.

Capitulo 5.

Capítulo 6.

Capítulo 7.

Capítulo 8.

Capítulo 9.

Capítulo 10.

 

 

Una vida de éxitos empieza con un sueno.

Trabaje con alegría

El milagro de pensar con ambición

Cómo desarrollar la confianza en el éxito

Délo todo para lograr el éxito

Técnicas útiles para mover a la gente a hacer lo que  uno quiere

Entusiasmo más acción, igual a éxito

Para conseguir sus objetivos despierte el interés  propio de los demás

Cinco pasos seguros para lograr el  éxito por medio del liderazgo

Cinco claves del éxito y la riqueza,  que nunca hay que olvidar.

 


PREFACIO

¿Cuál es el sentido más valioso que poseemos los seres humanos? ¿Tal vez la capacidad de contemplar la vida que nos rodea, de escu­char el sonido de una canción o de alguien que habla, de disfrutar de los placeres del mundo físico? ¿O, quizá, la posibilidad que tenemos de saborear y de percibir el aroma, la belleza y la riqueza propias de la naturaleza?

David Schwartz entiende que el más precioso de nuestros sentidos es la «percepción mental», es decir, la facultad de percibir el contenido de nuestra vida de la forma más satisfactoria posible. Pero esta percep­ción mental va mucho más allá del mero hecho de ver la propia vida en su máxima plenitud; constituye una actitud vital, un plan de acción. Se trata de un sueño y de la capacidad de hacerlo realidad.

Este libro nos ayuda a descubrir y a utilizar este poderoso «sexto sentido» que todos poseemos, mediante una serie de consejos prácticos y el necesario apoyo moral. Pocos de entre nosotros sabemos ni siquie­ra qué es lo que queremos. Y, mucho menos aún, hemos elaborado un plan para lograrlo. Sin embargo, sin un plan que nos oriente, nues­tra vida es mucho menos interesante, nos realizamos en mucho menor grado y obtenemos un éxito mucho menor del que podríamos obtener. Este libro nos explica cómo emprender el camino que lleva a la felici­dad y a la satisfacción, y nos enseña técnicas de gran valor para ayu­darnos a permanecer en él. Es una guía para lograr, «paso a paso», el éxito personal.

Según nos dice el Dr. Schwartz, el éxito personal y la satisfacción personal son una misma cosa. Lo que uno percibe de í mismo, de su trabajo, sus relaciones humanas y el mundo en general le ayuda o le perjudica en el logro de su éxito personal.

El autor presenta a las personas que realmente han logrado el éxito como a personas que encaran cada nuevo día con entusiasmo, con­fianza y optimismo. Esas personas están en armonía consigo mismas, satisfechas de la vida que han elegido llevar. Saben que para tenerlo todo en la vida hay que entregarse totalmente a ella. Puede decirse que «aman el amor y aman el trabajo». A estas personas les gusta mover a los demás y obtienen un gran placer compartiendo la alegría que sus éxitos les proporciona. Se preocupan y se comprometen por los demás, les tratan bien y, a cambio, éstos, a su vez, también les tratan bien. Gracias a su percepción mental saben que el trabajo, los desafíos e in­cluso el sacrificio forman parte de la vida, y tienen la habilidad de convertir las adversidades que se les presentan en oportunidades de desarrollo personal. Las personas que triunfan vencen al miedo en­frentándose a él y superan el dolor a base de experimentarlo. Tienen el don de inundar de felicidad su vida diaria y de contagiar esa felici­dad a las personas que tienen la suerte de encontrarse a su alrededor. Su habitual sonrisa es la prueba de su fuerza interior y de su actitud positiva ante la vida.

¿Se considera usted una de esas personas que han logrado el éxito personal? ¿Es usted todo lo feliz que desea? ¿Está usted viviendo el sueño de su vida y se contenta con lo que tiene pensando que es todo lo que puede lograr? ¿Le parece que cada uno de sus días constituye una oportunidad maravillosa de vivir nuevas experiencias, bellas y gratificantes? Si no es así, el Dr. Schwartz tiene algo muy importante que decirle: nadie deberla conformarse con algo que no sea una vida llena, rica y gratificante. El autor nos descubre cuáles son las actitudes y los medios fundamentales, y expone con claridad los pasos necesa­rios para lograr el triunfo personal.

El que usted logre o no ser capaz de vivir la vida que siempre ha deseado está, en este momento, totalmente a su alcance. Poniendo en práctica las enseñanzas contenidas en estas páginas puede conseguir que la vida con la que siempre ha soñado se haga realidad.

 


PRÓLOGO

Muchísimas personas que están en una mala situación económica se preguntan, «¿,qué tengo que hacer para obtener más dinero y disfrutar del tipo de vida que ese dinero me permita llevar?, ¿cómo puedo lograr mayor felicidad, más prosperidad y una vida más satisfactoria?». Este libro tiene una finalidad fundamental: ayudarle a usted, sea cual sea su edad, sexo, educación, circunstancias familiares, antecedentes vitales, salud u ocupación, a llegar, desde donde se encuentra ahora, hasta allí adonde quiere llegar.

Tenga en cuenta lo siguiente: el 80% de quienes hoy son millona­rios «lo lograron» en los últimos veinte años. Y también son ricos en términos no económicos. Hoy en día, la mayoría de las personas que han triunfado en el terreno económico disfrutan trabajando duramente, dedican una gran atención a su familia y son personas socialmente muy respetadas.

¿Cómo se hacen ricos los triunfadores de hoy en día? La mayoría de ellos obtienen independencia económica mediante negocios propios. Una buena parte de ellos (el 20%) se hacen millonarios gracias a redes de comercialización.

Las fortunas se forjan en la mente de las personas. La mente es un auténtico ordenador personal, y usted es quien lo programa. Usted puede dar instrucciones a su ordenador mental para que aproveche la mejor oportunidad de trabajo, para que realice la mejor inversión o para que elija la pareja que más le conviene. Usted puede programar su mente para tratar con los demás de manera positiva, para ejercer su influencia y para lograr fortuna económica.

La cosa es así: al cabo de cierto tiempo uno llega a ser exactamente aquello para lo que ha programado su mente. Una persona próspera programa pensamientos prósperos en su mente. Y un ser humano des­graciado da instrucciones a su mente diciéndole «hazme infeliz, medio­cre, aburrido y vulgar».

Dicho en pocas palabras, su mente, como cualquier ordenador, es siempre obediente y está dispuesta a hacer exactamente lo que usted le diga. Recuerde también que a su mente no le importa qué instrucciones le dé usted. Siempre obedece. Prográmela dándole instrucciones para triunfar, y llegará a triunfar. Sin embargo, diga a su ordenador «soy un fracasado» y, obediente, su mente procesará el programa que le ha proporcionado y demostrará que, en efecto, es usted un fracasado.

Su mente es como la tierra de un jardín. A la tierra no le importa qué semillas se cultiven en ella: que sean malas hierbas, melones, coles o rastrojos. La tierra (su mente) hace crecer lo que usted planta. Plante semillas de prosperidad y recogerá prosperidad; plante semillas de pobreza y cosechará pobreza.

A menudo, las personas que triunfan dicen, «hace cinco años yo ya sabía que iba a tener éxito en mi negocio» o «me dije a mí mismo que nunca me rendiría y que nunca aceptaría un “no” como respuesta» o bien «una vez que llegué a decidirme, algo dentro de mí me impidió abandonar».

Estos comentarios revelan mentes que están programadas para ga­nar. A otras personas, por el contrario, se les oye decir, «yo ya sabía que no podría con ese trabajo», «me sentía derrotado ya antes de co­menzar» y «siempre he sido un perdedor, y esta experiencia no ha hecho sino demostrarlo».

Estas confesiones revelan a personas que programan su mente para el fracaso.

Para triunfar es muy importante adquirir la habilidad de programar su mente para el éxito. Saque provecho sabiendo cómo influir en los demás, cómo proyectarse a usted mismo de forma más positiva, cómo lograr objetivos importantes y que valgan la pena. Obtenga rendimiento de sus fuerzas. Supere esa forma de pensar anclada en la idea de que «soy sólo un tipo mediocre». Venza la mediocridad, el aburrimiento y la apatía. Destruya las auténticas causas de tensión, preocupación y miedo.

Recuérdelo, usted tiene el poder de ser lo que desea, de ir a donde quiere, de alcanzar grandes objetivos, de escalar cualquier montaña. Usted puede desarrollar una gran vida programando positivamente su mente.

¿Le parece muy simple? ¡Efectivamente! Las leyes del éxito son simples. El «cómo» del éxito es tan sencillo, tan normal, que la mayo­ría de las personas, esperando algo complicado y difícil, no aciertan a descubrir el camino de la influencia, el poder, la riqueza ni, sencilla­mente, la buena vida.

Ante los desafíos económicos de hoy en día, los ganadores no se limitan a ver una oportunidad, sino que «se aferran a ella». Para ellos, un revés significa la decisión de «volver a la carga». Nunca significa «darse por vencido». La gente para quien el éxito es un hábito encara el trabajo como un desafío estimulante, no como una condena.

Conozca la ley llamada del «20/80». Según esta ley, el 80%, o aún más, de todo aquello que merece la pena pertenece, lo consigue o lo crea el 20%, o menos, de las personas. Conozca esta ley, porque es aplicable a todos los aspectos de la vida.

Imagínese una reunión, celebrada hace diez años, a la que asistieran veinte personas a quienes conoce. Vamos a considerar que la riqueza total que pertenece a este grupo de personas en la actualidad consiste en 100 manzanas. Veamos cómo se reparte esta riqueza entre ellas. Dieci­séis de esas personas —las más mediocres— se repartirán, en total, solamente veinte manzanas. Y los cuatro triunfadores poseerán ochenta manzanas entre todos; es decir, a cada uno de los triunfadores le corres­ponderán veinte manzanas mientras que a cada una de las personas mediocres le corresponderá poco más de una manzana.

Hace ciento cuarenta años, el escritor y político norteamericano John Greenleaf Whittier escribió estos versos que dan que pensar:

«La cosa más triste que se ha concebido consiste en decirse ¡bien pudo haber sido!».

Para cualquier persona, tenga veinte, cuarenta u ochenta años, es muy triste mirar al pasado y tener que lamentarse. Es muy desilusio­nador vivir en un mundo en el que mucha gente corriente está hacién­dose millonaria, mientras uno mismo no lo logra. Resulta doloroso ver cómo una persona con menos talento y preparación que uno va ascen­diendo y termina siendo el jefe de uno. Es muy desagradable desechar una oportunidad y, después, ver cómo otra persona la aprovecha y obtiene millones de ella. Es increíblemente doloroso no ser capaz de dar a los propios hijos lo necesario para que encaucen su vida. Y llena de amargura el espíritu sentirse esclavizado, mientras que otros llevan una vida libre, interesante y llena de atractivos.

Pero ahora vienen las buenas noticias. La vida puede ser una sucesión de éxitos, en lugar de una de desencantos. Nadie está condenado a tener que soportar la agonía de las palabras de Whittier «bien pudo haber sido». Este libro le enseña la manera de vivir con éxito, con alegría y con plenitud. Léalo, estúdielo y practique su filosofía, de forma que pueda transformar las siniestras palabras de Whittier en estas otras:

«De todo lo dicho o escrito en el mundo, lo más agradable es un ¡gane! rotundo.»


CAPÍTULO 1

UNA VIDA DE ÉXITOS EMPIEZA CON UN SUEÑO

Las personas que triunfan no ven a su familia, trabajo, salud o for­tuna tal y como son. Dan un salto hacia adelante y hacen algo que es a la vez sencillo y profundo: miran la vida no tal y como es, sino como puede ser. Sienten la vida tal y como será después de aplicar de forma persistente e inteligente sus esfuerzos bajo el lema «voy a ga­nar».

El progreso, en cualquier actividad, se logra solamente cuando se ven todas las posibilidades que ella tiene, no cuando dejamos que que­de restringida a su realidad actual. Los grandes arquitectos y construc­tores, o los inversores, no ven la realidad de los barrios bajos de las ciudades y de los edificios medio en ruina. Sólo ven las posibilidades que existen de convertir esos barrios bajos en ambientes comunitarios nuevos en los que la gente pueda vivir, trabajar y divertirse. Cada ne­gocio, escuela, institución o edificio es un sueño de alguien hecho reali­dad.

Una vida importante siempre comienza con un gran sueño. Todas las personas tenemos dos tipos de visión: la visión que nos facilitan los ojos y la visión mental. La visión que nos proporcionan los ojos nos dice qué objetos nos rodean. La visión que nos dan los ojos com­pone imágenes de árboles, de personas, de edificios, de montañas, de agua, de estrellas y de otras cosas físicas y tangibles. La visión de los ojos es física.

La visión mental es diferente de la de los ojos. La visión mental es la facultad de ver no lo que existe, sino lo que puede llegar a existir de emplearse la inteligencia humana. La visión mental consiste en la capacidad de soñar. Con ella nos representamos formas futuras, por ejemplo, del hogar que queremos, la relación familiar que deseamos, los ingresos que nos gustaría tener, las vacaciones que nos apetecería tomarnos o nuestra fortuna económica en un momento determinado.

La visión ocular es exclusivamente física y solamente ve la realidad material. La visión mental es puramente espiritual y solamente ve posibilidades. La visión mental desvela lo que todavía no es real ni tangible. Nuestros éxitos (logros, influencia y satisfacciones), nuestra fortuna (ingresos, capital y bienestar físico) y nuestra felicidad (respe­to, alegría y contento) dependen de cómo decidamos emplear nuestra visión mental para soñar.

Las personas difieren poco en lo que respecta a la visión ocular. A una edad muy temprana, todos los niños pueden distinguir perfecta­mente, utilizando la vista de sus ojos, objetos como las personas, los edificios, las estrellas o el agua. Sin embargo, se dan grandes dispari­dades en la visión o imagen mental de lo que, todavía, no es real ni tangible. Una gran mayoría de la gente «ve» el futuro lleno de proble­mas. En lo que se refiere al trabajo, esas personas se ven a sí mismas desempeñando de por vida una labor vulgar y mal retribuida. En lo social, su visión mental sólo atisba aburrimiento y grandes problemas, en vez de alegría. Y en lo que se refiere a su vida doméstica y familiar solamente pueden «ver», en el mejor de los casos, una existencia vul­gar, aburrida y plagada de problemas.

Sin embargo, unos cuantos soñadores que orientan su vida hacia el éxito ven el futuro lleno de situaciones estimulantes. Ven el trabajo como un camino de progreso y de prestigio que les deparará grandes compensaciones. Los soñadores creativos ven las relaciones sociales como una motivación, un estímulo y una diversión. En lo que respecta a su vida doméstica ven emoción, aventura y felicidad. Prefieren elegir el sueño de una vida buena y rica.

De cómo utilicemos dicha visión mental, de lo que elijamos «ver» o soñar, depende que ganemos o que perdamos en la vida. Cada uno de nosotros es capaz de convertir esta vida en un paraíso o en un in­fierno. Todo depende de la forma en que decidamos soñar con ella. Los que ven la vida como un paraíso son los ganadores. Los que la ven como un infierno son los perdedores.

Algunos creen que es la suerte o el azar lo que determina su des­tino. Estas personas están convencidas de que la riqueza, el éxito o una vida agradable dependen de la cara que salga en el dado, de cómo rue­de la rueda o del número que el azar elija en la lotería de Navidad. ¡Qué tontería!

La probabilidad estadística de ganar un millón de dólares en la lo­tería es de una contra muchos millones. El juego de la lotería atrae a la gente que cree que se puede ser rico con una inversión de unos pocos dólares tan sólo. El mercado de los que juegan a la lotería o a cualquier otro juego lo forman las personas que creen que pueden obtener una gran riqueza por azar o buena suerte.

Desear no es lo mismo que soñar. El deseo es algo pasivo e inacti­vo. Desear es un pasatiempo ocioso que no está impulsado por un es­fuerzo mental. El soñar, por el contrario, está respaldado por un plan de acción destinado a obtener resultados.

Jim «desea» ascender en su trabajo. Pero Jim nunca se presta voluntariamente a realizar trabajo extra alguno, rehusa ayudar a sus compañeros de trabajo cuando lo necesitan y nunca propone una ini­ciativa diciendo: ¿Por qué no intentamos esto?

» ¿Se hará realidad el deseo de Jim de obtener más dinero? Por su­puesto que no.

María «desea» llegar a tener participación en la empresa de con­tabilidad en la que trabaja. Pero María «no tiene tiempo» para seguir un curso de contabilidad avanzada en una escuela, ni se presta volun­tariamente a echar una mano cuando resulta necesario trabajar jor­nadas de 12 ó 14 horas. María tampoco está dispuesta a alterar sus costumbres para proporcionar a sus clientes ideas sobre cómo aho­rrar impuestos. ¿Cuál es el resultado?: que el deseo de María no se cumple.

Tim y Susan «desean» tener un negocio propio y próspero. Pero Tim y Susan ponen en primer lugar divertirse los fines de semana. Siempre hay algo —una fiesta, una excursión o cualquier entreteni­miento— a lo que dedican todo su tiempo. Y, así, sus deseos se quedan siempre en deseos.

Como puede ver, todo el mundo puede desear. Sin embargo, un soñador emprende la acción que le llevará a su objetivo.

Puede usted dividir a las personas que conoce en dos tipos: los ga­nadores y los perdedores. Los ganadores son soñadores activos que trabajan para convertir sus sueños en logros reales y tangibles. Los perdedores son inactivos y siempre ponen pegas a todo, pensando que el «sistema» está contra ellos y que la suerte o el destino determinan necesariamente los acontecimientos.

Los perdedores son personas cínicas. «A Jane le han ascendido gracias a sus actividades extraordinarias con el jefe.» «Joe ha conse­guido ese pedido tan importante porque ha sobornado al comprador.» «Pete y Sara tienen un Mercedes nuevo, pero seguramente van a tener que estar pagando plazos durante cinco años.»

Los ganadores son personas de buena voluntad. «Me alegro por John. Ha trabajado mucho y merece un premio a su esfuerzo.» «El ascenso de Betty demuestra que cuando se da lo mejor de uno mismo en el trabajo, se obtiene una compensación.»

Los perdedores son pesimistas. «La economía está en bancarrota.

La deuda nacional y los desequilibrios del mercado van a dar lugar, sin duda, a la peor depresión económica de todos los tiempos, de for­ma que más vale no tomarse la molestia de invertir para el futuro.»

Las personas que sueñan de manera positiva piensan: «Con inde­pendencia de que la economía vaya bien o mal ahora, va a mejorar en lo sucesivo. Siempre sucede lo mismo. Cuento con un gran futuro. Además, lo que ocurra con la economía de la nación está fuera de mi control; sin embargo, puedo controlar mi economía.»

Los perdedores son egoístas. «Eso no es problema mío. ¿Por qué tengo que ayudarle?» «Nadie ha hecho nunca nada por mí. ¿Por qué tengo, entonces, que hacer algo por los demás?»

Los ganadores son generosos. «Cuanto más ayude a otros a ganar dinero, más dinero ganaré yo a cambio.» «Las buenas acciones para con otras personas siempre tienen su recompensa.»

Los perdedores quieren obtener algo sin hacer nada. «La empresa para la que trabajo es muy grande, y se puede permitir pagarme más dinero.» «Llevo trabajando aquí diez años. La empresa tiene que pa­garme más.» «Haz trampa en la cuenta de gastos. Todo el mundo lo hace.» «Voy a tomarme tres días libres de baja por enfermedad, aunque no estoy enfermo. Estoy en mi derecho.»

Los ganadores saben que «no hay atajo sin trabajo». «Sacrificarse consiste en invertir para mi propio futuro y el de las personas a quie­nes quiero» y «el trabajo duro hace feliz a la gente.»

Es una gran satisfacción en la vida ayudar a los demás a sacar el máximo provecho de sus posibilidades. Los directores suelen decirme:

«Me produce una gran satisfacción sacar a la gente de la mediocridad y enseñarles el camino del éxito.» Los vendedores explican cómo ayu­dan a sus clientes a cambiar la orientación de sus negocios para hacer­los rentables. Los entrenadores explican cómo motivan y orientan a sus atletas, y luego se complacen en verles llegar a famosos.

Hace poco asistí a un banquete celebrado en honor de una profeso­ra de quinto grado de la escuela. Es muy raro que la gente adulta se preocupe, e incluso que simplemente se acuerde, de un profesor de quinto grado de la escuela. En este caso hubo cientos de personas que asistieron y demostraron su cariño a la señora Bower por todo lo que había hecho por ellos.

Después de la recepción, le pregunté: <.¿Qué hizo usted por los mu­chachos?»

Ella me explicó con amabilidad: «Nunca he considerado a los niños como niños. Siempre he procurado verlos como personas en tránsito hacia la madurez, como si fueran árboles jóvenes que van cre­ciendo, poco a poco, pero con seguridad, hasta convertirse en robles gigantes. Pensaba que mi responsabilidad educativa tenía que desarro­llarse en tres dimensiones: ayudarles a ser buenos padres y madres, buenos ciudadanos y buenos trabajadores.» «Esta idea central —con­tinuó la profesora— me orientó sobre cómo debía enseñar y sobre qué debía enseñar.»

¡Qué ejemplo más hermoso! Este planteamiento es muy superior a considerar a los niños como niños y pensar que la enseñanza no es más que un trabajo. La señora Bower veía las posibilidades de los niños y asumía la responsabilidad de orientar esas posibilidades.

 

Cómo cultivar un sueño

Es muy fácil simplificar la explicación del éxito de una persona di­ciendo que «ha tenido suerte» o que «tenía un talento superior como atleta», «era genial de nacimiento», «lo tuvo todo dado desde el princi­pio», o que, de alguna manera, se encontró con el éxito.

Pero el éxito, la riqueza y la felicidad no provienen de la suerte. Todos los logros derivan de los sueños que las personas valientes con­...

Zgłoś jeśli naruszono regulamin